Mastrángelo Pisorno
Una historia de locura y
amor
- Ya estamos cerca, Lupita. Ten el rifle cargado, no sabemos
con qué nos encontraremos - dijo Crisantemo Murphy dirigiéndose a su iguana.
Lupita continuó comiendo un trozo de carne podrida en la parte trasera
del auto sin percatarse que Crisantemo se dirigía a ella. Hacía tanto tiempo
que compartía con él que ya no se inmutaba por sus habladurías. Siempre era más
de lo mismo: si no hablaba sobre sí mismo refiriéndose en tercera persona,
hablaba sin sentidos sobre volverse millonario o sobre cobrar venganza por
apuestas no pagas. Pocas cosas realmente interesantes salían de su apestosa
boca.
- El gran Crisantemo se cobrará esta... No puede pasarlo por
alto. - Y allí iba otra vez - Son ya dos semanas impagas de apuestas y Renato
debe pagar. Como sea, él debe pagar.
Cris comienza a desacelerar la marcha de su vehículo, hay una
bifurcación en el camino. Un cartel reza “Na’quever 10 kms.” hacia la derecha.
Detiene el auto por completo a un lado de la señal. Mira el cartel y suspira
profundamente, tomando con firmeza el volante. Levanta sus lentes de sol
espejados y mira a Lupita a través del espejo retrovisor, en tanto ella engulle
el último trozo de carne que hay sobre el asiento trasero. Ella se relame y se
acerca al lado donde da el sol, para calentar un poco más su esbelto cuerpo de
reptil. En ningún momento dirige la vista hacia su compañero.
Crisantemo mira su muñeca derecha donde tiene un vetusto reloj
pulsera. Este indica que son las 6:30. Extiende su mano hasta la guantera y la
abre, dejando caer de esta un emparedado de atún a medio comer y muchos papeles
sucios. Revuelve entre la mugre que hay en ella y saca un pequeño estuche con
35 gramos de marihuana, la cual se apresta a preparar con especial cuidado.
Coloca un pequeño fragmento en su mano y la muele entre su palma y dos de los
gordos dedos de su mano contraria.
- Llegó la hora del porrito, Lu.
Tras quitar cada morruga de su piedrita de cannabis, toma una
seda arrugada del bolsillo de su sucia camisa, la estira y dobla para darle
firmeza y derrama cada fragmento de su elixir fumestible en ella, sin dejar
caer ni un fragmento al lúgubre basurero que era el piso de su automóvil. Amasa
su creación con delicadeza y lo cierra cual caramelo.
- Si nena, Crisantemo Murphy se dará el gusto de la tarde -
decía en tanto maniobra su abultado cuerpo tras el volante para salir del
vehículo.
Con su culo gordo apoyado contra la puerta trasera del lado
izquierdo enciende su cigarrillo de marihuana. Pita profundamente; tan profundo
que con una sola pitada se ha consumido casi un tercio de su porro. Aguanta el
humo dentro unos momentos y tose al expulsar el humo. Lo repite un par de veces
más, pero no con tanta profundidad.
Lupita duerme tranquilamente tras almorzar, dejando que su
cuerpo se caliente con el fuerte sol del desierto. Simplemente cumple su rol de
reptil, dejando calentar su sangre fría con el calor solar y dormir. Es un puto
reptil modelo, nada especial.
Cris fuma hasta la última porción de su porro, aprovechando
cuanto puede, un tanto decepcionado por la mala calidad de este prensado. Se
promete para sí mismo no volver a comprarle a ese boliviano hijo de puta. Antes
de volver al auto y continuar su viaje de venganza se acerca al cartel para
mearlo. Empieza a vaciar su vejiga, apuntando al poste que sostiene el cartel.
Una pequeña rana sale de un arbusto en la base del poste que meaba Cris.
- Mal momento para salir, pequeña puta.
El gordo hijo de una gran puta apunta su chorro de meo hacia la
indefensa rana. El animalito, más que huír, se queda estático recibiendo la
poca húmedad que ha sentido en mucho tiempo. No es fácil conseguir agua en el
desierto, y no importa si esta viene en forma de whisky destilado en los
riñones de un gordo imbécil. Crisantemo la observa desde arriba, curioso. Se
detiene a ver cada detalle del animalito, como se dibujan esas pintitas negras
sobre su rojo lomo. Ya sin orina en su vejiga, se mantiene con la mirada
estática en ella e inmóvil, con su pequeño pene aún al aire y goteando sobre su
pantalón.
- Pero mira que tenemos aquí. Es una de esas ranas
alucinógenas. - dice en cierto tono de sorpresa - ¡Lupita! ¡Tenemos una puta
rana alucinógena acá! ¡Jajaja! - Y Lupita ni siquiera se inmuta de su siesta.
De un zarpazo se agacha y captura la rana con ambas manos. La
acerca cautelosamente a su cara y ella se mantiene quieta. Ve como de su lomo
empiezan a aparecer gotas de algo además de su orina hedionda. Se levanta sus
espejados lentes y se ve como sus ojos brillan de deseo. No lo aguanta más y la
lame, sin importarle que esté lamiendo de su lomo. Y lo hace una y otra vez,
casi sin parar. Frenéticamente. Un par de ranas salen del arbusto y se dirigen
al charco de meo. Los ojos de Crisantemo se desorbitan.
- ¡Oh... mi... dios! ¡Hoy debe ser mi cumpleaños!
En un solo movimiento arroja la rana que tenía en su mano y
toma ambas ranas. En una orgía de lamidas toma cuanto puede del jugo que emana
de sus lomos. Sus ojos se desorbitan y miran con locura para todos lados.
Espuma rabiosa empieza a salir de su boca. Ríe a carcajadas. Se arranca la
camisa y se frota las ranas en el pecho. Su cara es pura felicidad. Es pura y
loca algarabía.
El sol se va ocultando lentamente en el desértico horizonte. El
único ruido que se siente en kilómetros es el viento arremolinándose y las
carcajadas de Crisantemo. Tras unos minutos, solo el viento.
* * *
Abrió los ojos con lentitud. Hacía muchas horas que se durmió.
El sol está arriba hace rato, pero jamás se percató. Se arrastra con dificultad
hacia afuera, en tanto su vista se acostumbra al brillante sol del desierto.
Baja con cuidado hasta tocar el seco y caliente terreno. Mira hacia la puerta
con curiosidad. La mano de su compañero está aferrada a la manija. El reloj
marca que son las 8:30 de la mañana.
- ¡Hey, amiga! Usted si que durmió una buena siesta. - dijo una
de las ranas que comía junto a las otras dos un trozo de la grasienta nalga de
Crisantemo.
- Uf, ni que lo digan. Debo haber estado horas allí dentro. Ya
no soportaba más a este gordo pajero. - Contestó Lupita desperezándose.
- Pues venga con nosotros a desayunar. Tenemos bastante por
comer antes que vengan nuestros invitados del desierto. ¿Cómo es su nombre?
- Lupita, mucho gusto. - dijo la Iguana acercándose a el culo
de su difunto dueño, donde las ranas trozaban de a poco al gordo - ¿Y cual es
su nombre, señor?
- Pisorno. Mastrángelo Pisorno. Encantado de conocerla.
Y así fue que este cuarteto reptiliano se conocieron.
Degustaron al difunto gordo hasta saciar su apetito. Llegada la noche,
organizaron una pequeña fogata a un lado de su cuerpo y contaron historias de
terror, donde gallos psicópatas del espacio exterior vestidos de Papá Noél
devoraban pequeños renacuajos que se fueron a reproducir a un lago y cosas por
estilo, mientras fumaban porro y tomaban té de floripón.
-.FIN.-
Moraleja: el que no hace palmas, se deja... se deja.
autor: Chilito
6 comentarios:
Sin desperdicio alguno este texto es un masaso! Realmente rico. Esperamos mas de su elegante desparpajo por este sucio aunque bienintencionado cabaret de palabras y humo. Bienvenido señor Chileno, póngase cómodo, su peculiar masa encefálica -principalmente la del lóbulo temporal- contiene cosas que nos interesa seguir conociendo. Manténgase cerca, salú.
Muy buena,frenética e ilustrativa historia,mis saludos para Chilito!
Pronto volveré a colaborar con este espacio literario, muy pronto. ¡Gracias Seba querido!
lindo texto,se hizo corto, me entretuvo mucho. sigo por el blog, hacia pila no venía y huele bien..
Por esas casualidades entro a leer este cuento y ¡qué sorpresa! Está muy bueno, entretenido, original e inesperado. Salud compañero
Gracias Mariana. Estamos al tanto de sus andanzas literarias por el 'toman' de nuestros amigos. Son sus oculares bienvenidos al blog, y gracias por tu comentario! Abrazo
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