Girando la tuerca.
Todos los oficinistas se encontraban inmóviles en cada uno de sus boxes. El Call Centre se encontraba en una de las jornadas tipo; los altavoces sonaban des coordinadamente, las voces fingían un gran embotellamiento verbal por entre el ambiente que se respiraba y los coordinadores se conectaban las agujas de café en sus venas, para poder sobrellevar las actividades que les correspondían. Todo se encontraba en orden; los teclados actuaban a modo de percusión, pero lo único que lograban eran marcar las palpitaciones de aquella tarde de trabajo en serie.
Cada uno de los cubículos en los que se encontraban los operadores, eran medianamente bajos al punto de que las cabecillas se asomaban desde las paredes, de color azul, construidas de un material sintético que simulaba ser madera. Cada operador era propietario de una lapicera de tinte rojo, una libreta de clientes, un teléfono color sambayon con altavoz, un vaso de agua, dos rosquillas gentileza de la empresa, seis banditas elásticas multiuso, y un sum. Todos los locutorios lucían características idénticas, lo que otorgaba a la vista generalizada una imagen monótona y a los empleados, una perdida total de las particularidades que los formaba como individuos diferenciados; una gran cagada gigantesca con colores azules en todo las tonalidades posibles, musicalizados por el embotellamiento de ruidos que abarcaban desde los "clicks!" del microondas, pasando por los "ring!" de los teléfonos, hasta los "fuck!" de los empleados que no lograban el éxito en alguna venta.
- Juan, ¿me pasarías por favor un CD virgen para almacenar datos excedentes de mi PC? - dijo Juana, una de las empleadas al único individuo que conocía, que era el operador que tenía a su derecha.
- No Juana - respondió Juan con los ojos clavados en el menú de su PC - ¿Tienes algún disco virgen para la perra de Juana? - preguntó casi inconsciente mente Juan a su compañero Juaníco que estaba a su derecha.
Juanico, quien en ese momento se encontraba en una ardua tarea intentando despegar un enorme moco desde lo mas profundo de sus orificios nasales, revolvió un poco en su mochila, y tomó con la punta de sus dedos el último CD virgen que le quedaba en el estuche. Acomodó un poco su corbata, ya que lo estaba torturando desde hacia ya trece horas de trabajo y bebió los últimos dos dedos de agua saborizada que quedaba en el vaso se su escritorio. La cabeza de Juanico estaba saturada de tanto hablar con personas ubicadas al otro extremo del globo terráqueo; aquel trabajo de vender pastillas para adelgazar a los obesos hamburgueseros, le estaba generando una ira en los mas profundo de su ser desde el primer día.
Apretó con un poco mas de fuerza uno de los extremos del disco, tomó un poco de energía en brazo, y lo lanzo con una potencia casi olímpica hacia su izquierda en dirección a Juana.
De pronto, las voces se detuvieron. Los teclados dejaron de actuar y dejaron que el sonar de los teléfonos se encargara de la banda sonora. Aquella situación era un claro indicador de caos o algo similar. Juanico sintió inmediatamente, que algo en su destino mas próximo estaba por cambiar. una gota de transpiración casi diminuta le atravesó la espalda. Juana se tiró hacia el suelo a llorar desconsoladamente, al percibir lo que había ocurrido con Juan, quien se encontraba inmóvil, como siempre, pero esta vez, con un disco virgen incrustado en la frente, chorreando sangre y algunos restos de masa encefálica.
Juanico se paró de su silla, ubicó su mochila en el hombro izquierdo y se dirigió con los ojos de color violeta en dirección a la salida; marcó su tarjeta, y se fue, no sin antes tomar de arriba de una de las mesas un café frío que alguien había abandonado.
Juan, quedo tirado en el piso, con la camisa teñida en rojo, y el cuerpo flotando en un enorme charco de sangre.
El jefe limpio por si solo aquel desastre, y después de tirar a Juan por el balcón, amonestó a todos aquellos que no continuaran con las ventas.
- No olviden la comisión, malditas marionetas! - dijo en dirección al techo, y se metió en su oficina privada...
Cada uno de los cubículos en los que se encontraban los operadores, eran medianamente bajos al punto de que las cabecillas se asomaban desde las paredes, de color azul, construidas de un material sintético que simulaba ser madera. Cada operador era propietario de una lapicera de tinte rojo, una libreta de clientes, un teléfono color sambayon con altavoz, un vaso de agua, dos rosquillas gentileza de la empresa, seis banditas elásticas multiuso, y un sum. Todos los locutorios lucían características idénticas, lo que otorgaba a la vista generalizada una imagen monótona y a los empleados, una perdida total de las particularidades que los formaba como individuos diferenciados; una gran cagada gigantesca con colores azules en todo las tonalidades posibles, musicalizados por el embotellamiento de ruidos que abarcaban desde los "clicks!" del microondas, pasando por los "ring!" de los teléfonos, hasta los "fuck!" de los empleados que no lograban el éxito en alguna venta.
- Juan, ¿me pasarías por favor un CD virgen para almacenar datos excedentes de mi PC? - dijo Juana, una de las empleadas al único individuo que conocía, que era el operador que tenía a su derecha.
- No Juana - respondió Juan con los ojos clavados en el menú de su PC - ¿Tienes algún disco virgen para la perra de Juana? - preguntó casi inconsciente mente Juan a su compañero Juaníco que estaba a su derecha.
Juanico, quien en ese momento se encontraba en una ardua tarea intentando despegar un enorme moco desde lo mas profundo de sus orificios nasales, revolvió un poco en su mochila, y tomó con la punta de sus dedos el último CD virgen que le quedaba en el estuche. Acomodó un poco su corbata, ya que lo estaba torturando desde hacia ya trece horas de trabajo y bebió los últimos dos dedos de agua saborizada que quedaba en el vaso se su escritorio. La cabeza de Juanico estaba saturada de tanto hablar con personas ubicadas al otro extremo del globo terráqueo; aquel trabajo de vender pastillas para adelgazar a los obesos hamburgueseros, le estaba generando una ira en los mas profundo de su ser desde el primer día.
Apretó con un poco mas de fuerza uno de los extremos del disco, tomó un poco de energía en brazo, y lo lanzo con una potencia casi olímpica hacia su izquierda en dirección a Juana.
De pronto, las voces se detuvieron. Los teclados dejaron de actuar y dejaron que el sonar de los teléfonos se encargara de la banda sonora. Aquella situación era un claro indicador de caos o algo similar. Juanico sintió inmediatamente, que algo en su destino mas próximo estaba por cambiar. una gota de transpiración casi diminuta le atravesó la espalda. Juana se tiró hacia el suelo a llorar desconsoladamente, al percibir lo que había ocurrido con Juan, quien se encontraba inmóvil, como siempre, pero esta vez, con un disco virgen incrustado en la frente, chorreando sangre y algunos restos de masa encefálica.
Juanico se paró de su silla, ubicó su mochila en el hombro izquierdo y se dirigió con los ojos de color violeta en dirección a la salida; marcó su tarjeta, y se fue, no sin antes tomar de arriba de una de las mesas un café frío que alguien había abandonado.
Juan, quedo tirado en el piso, con la camisa teñida en rojo, y el cuerpo flotando en un enorme charco de sangre.
El jefe limpio por si solo aquel desastre, y después de tirar a Juan por el balcón, amonestó a todos aquellos que no continuaran con las ventas.
- No olviden la comisión, malditas marionetas! - dijo en dirección al techo, y se metió en su oficina privada...
2 comentarios:
Muy bueno...lamentablemente no está tan lejos de la realidad que vivimos...saludos!
que grande eh, gracias por el coment. esta bueno que alguien se robe a si mismo un par de minutos del día para hacer una critica sobre un txt de otra persona. arriba javier. estamos en la órbita.
Publicar un comentario