El relato infinito*
El techo a esas horas de la noche
mientras el frío merodeaba la casa, se transformaba repentinamente en una hoja
totalmente en blanco. Cuatro ojos expresivos se clavaban en él, felices, la
piel se erizaba de emoción entre las ásperas sabanas. La consigna implícita era
viajar con la mente a un lugar totalmente posible. La imaginación en aquellos
tiempos era mi mejor amiga, compartíamos demasiado, sí que estábamos
preparados. Ahí estábamos con mi abuelo a la hora de dormir, él por construirme
un relato, yo por asimilar e interpretar detalles de personajes y aventuras
maravillosas; apenas volver a ese recuerdo, hace que mi corazón - inquieto
pedazo de carne – distorsione su ritmo. En fin, el techo comenzaba a dibujarse
por si solo, las palabras se hacían gigantes y actuaban, se movían lentamente
por toda la habitación mientras la oscuridad observaba entretenida. La puntual
pronunciación de algunos fragmentos me dejaba inquieto por saber los
desenlaces; hijo de una nueva era, buscaba lo inmediato hasta que recordaba
gozar de los instantes, todo merito del narrador. Los tópicos recorrían algunas
historias bíblicas, sobre todo de personajes secundarios faltos de popularidad:
como tal o cual santo había
conseguido ser eterno por sus acciones y peripecias. Cuando las historias eran
de este tipo llegábamos a cimas de emoción importantes dado a los contextos de
los personajes, las vestimentas, los modos, que eran muy románticos,
grandilocuentes, al borde del grotesco pero nunca de la deformidad; ya el color
del cielo en ese tipo de narraciones parece ser distinto, como más brilloso, y
así todo. Visto a la distancia parece perturbador, pero mi manera de digerir
todo aquello era natural y conciente, podía soportarlo. Muchas veces me contaba
sus anécdotas de cuando era niño, y de toda su vida. De cuando cruzaba desde su
país de nacimiento, Argentina, en bote con todos sus compañeros de “A orillas
del Plata” su orquesta típica. Los cuadros en el techo se volvían blanco y
negro: en esas instancias estaba nutriéndome de hechos reales ocurridos a quien
emitía las palabras que construían el relato, el dejo de realismo en cada
fonema era dramático - nunca trágico -
siempre calmo y aplomado. Overoles, historias de amor. Pobreza. Retratos de la
dignidad. Todo se dibujaba en el techo mientras yo capturaba, asimilaba,
retenía, preguntaba, escuchaba, repreguntaba, quedaba conforme. Nuevas
oraciones, nuevas escenas, cuando el momento se tornaba intenso ya podía
descansar en mis construcciones imaginarias. No miento si digo que lograba
estar ubicado en un contexto determinado, a su vez imaginando situaciones que
en él ocurrían. Delineaba el perfil de los personajes al punto de conocerlos,
meterme en sus pieles, y desde allí filtrar todo lo demás. Nunca quería que
aquello se terminara, pero los finales son inevitables y eso es también una
lección. Un hombre debe vivir y llegar a su propia cima, pero sin dejar de ser
exquisito en la construcción del desenlace de su propia historia. Mi abuelo
lograba eso: felices o tristes, siempre sus finales dejaban puertas abiertas
que los hacían infinitos, como la obra de arte que a un hombre puede
trascenderlo de su propio tiempo y espacio. Y también así se despidió mi
abuelo, dejando una puerta abierta y enseñanzas variopintas, todas camufladas
en una historia real – real para quien así la sienta – listas para ser halladas
y dejarnos su conocimiento. Quizá todavía sigo metido en una de sus historias,
lo cierto es que cada uno es su propio creador. La idea tiene que ser buena,
si, digna de desarrollar. Pero sin dudas esta en la forma de plantarla donde se
hace la diferencia. Al pensar en la muerte me pregunto de que tanto nos
preocupamos, tenemos la cabeza y un corazón para sentir. Narremos nuestras
historias con total expresión y libertad, demos a la intención su real valor. Centrémonos en ir desarrollando los
acontecimientos con pasión, clavando de reojo y por algunos segundos la mirada
en la meta lejana que capaz todavía no se ve. Pero no perdamos el tiempo pensando
en el final, cada instante debe ser una foto perfecta: por donde cortemos, la
historia de vida debería tener un buen final, o al menos un mensaje, que luego
la intención terminará de encaminar. Es en busca del relato perfecto que el
hombre se pasa las horas. Mi abuelo Luís lo consiguió, y además de otras muchas
cosas, me enseño a pensar. Este es un capítulo perdido, apenas un mágico
instante dentro de un libro que todavía no existe, pero que cualquiera puede
retomar. La vida sigue corriendo allí afuera y los personajes demandan acción.
Ojala todos quedemos conformes y tranquilos cuando desde otro lugar recorramos
las páginas de nuestra existencia. Hoy la única y excitante opción es seguir
creándonos a nosotros mismo- ¡vaya entretenimiento para pasar la vida! – hasta
conseguir el mejor desenlace para el relato infinito. Infinito, como algunos
seres que andan por ahí.
*Hace un tiempo que Factotum no se actualizaba. Una de las cosas que pasaron en ese lapso fue haber sufrido la pérdida física de mi abuelo, Luis. Como primer reflejo escribí algo que a la distancia resultó ser triste y demasiado personal, por lo tanto no lo publique ni tampoco lo haré. De todos modos, sabía que la vuelta al Underbar sería en su memoria. Así que me descanse en unos de mis recuerdos favoritos, y aproveche para desviarme un poco. Ahí voy…
9 comentarios:
buen post sebita, segui asi y vamo arriba. abrazo!
Muy bueno Seba. Con todo reabrió el rinconcito eh? Arriba!!!
El abuelo Luis, aun sin estar en la fisica, sigue dejando estas cosas lindas como las que acabo de leer, y seguramente lo siga haciendo hasta que me quede sin memoria
Excelente! Tu abuelo por lo que contas era de esas personas que dejan algo en todo el mundo, seguro fue un gran hombre y eso se refleja en quien sos hoy día, una persona maravillosa que porta esa magia de la narrativa así como lo hacia el.
"Un hombre debe vivir y llegar a su propia cima, pero sin dejar de ser exquisito en la construcción del desenlace de su propia historia"
Me quedo con esta frase Sebita.
Tenes un talento increíble, seguí así, es un honor poder llamarte mi amigo.
Te quiero mucho!
Buenazo seba tenia ganas de leer esto desde que me comentaste tu idea de arrancar asi...Vamo arriba bro! a seguirla,que quedan muchos relatos infinitos todavia.
Gracias a todos !
Quien Pereira: vamos a ponerle todo para seguir actualizando, es muy estimulante así que gracias por visitar Seba!!
Carito: el rincón sigue vivo por que ustedes terminan de cerrar el círculo!
Nico: muy emocionante y sentido tu comentario, comparto totalmente y te agradezco por estar primo, tu opinión siempre fue y será fundamental. GRACIAS !
Romi: ya te lo dije, pero te agradezco por pasarte por acá ya que si bien es una boludez, uno se alimenta de las críticas y los comentarios. y vos te tomaste tu tiempo. abrazo amiga!
Naza Cruz y el Lobo: vos sos uno de los que va a estar siempre cerca de estos caminos que nos encuentra a esta altura de la vida, de letras y palabras. el solo hecho de saberlo ya hace que uno se regocije. así que por más brother, estamos al habla.
Emotivo relato Seba y en cuantas cosas coincido....tengo la suerte de tener a mi abuelo y de vez en cuando entrar en sus historias sin importar que tan reales sean lo importante es estar ahí.Son cosas infinitas que siempre van a vivir,te felicito,Fuerza!
SEBI , SABES QUE LEIA Y ME PARECIA VOLVER A MI NIÑEZ CUANDO PASABA LAS HORAS Y HORAS CON MI TIO ADORADO Y RESPETADO, ME ENCANTO LO QUE ESCRIBISTES, TE FELICITO, NUNCA OLVIDAREMOS ESTE SER TAN ESPECIAL PARA TODO QUIENES CRECIMOS CON EL EL COMPARTIENDO, PASEOS, JUEGOS, NUESTRAS TAREAS DE LA ESCUELA Y SU MUSICA QUE APRENDIMOS A ESCUCHARLA Y QUERERLA, TODOS REUNIDOS CON EL TIO EN EL CENTRO DE LA REUNION DELITANDONOS CON SU BANDONEON.GRACIAS POR ESTE HERMOSO RELATO, SEGURO QUE EL LO ESTARA LEYENDO, Y COMENTANDO JUNTO A LA ABUELA ELVIRA Y EL ABUELO LUIS. GRACIAS SEBA, TIO DONDE ESTES, QUIERO QUE SEPAS QUE SIGO QUERIENDO MUCHO Y EXTRAÑANADO CADA VEZ MAS.chiquita.
me parecio genial Juan Sebastian, la verdad que me encanto tu texto, no conoci a tu abuelo pero creo que hoy lo conozco, te conozco. Un placer leer esto, tiene una fuerza que mueve montañas, es muy intenso
Hermano, abrazo grande.
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