Protocolo para mentir



Las personas lo observaban detonadas de emoción, con euforia, como queriendo demostrar un desproporcionado cariño; agitaban sus brazos frenéticamente, arqueaban sus ojos, hacían todas las muecas posibles contagiadas por sus pares. Todos en la misma.
La noche estaba fría – muy fría -  pero el calor del momento contradecía las costumbres del invierno, que estaba ahí, afuera, suspendido entre gordas nubes negras.
Cada una de las personas dentro de la casa, se forzaba por demostrar espontaneidad, él no entendía nada y – naturalmente -  tenía miedo. Justo la noche anterior, abrazado a sus rodillas, aburrido luego de finalizar una acalorada batalla ficticia entre sus muñecos de acción, había estado pensando bastante en serio sobre lo que actualmente ocurría en su vida. La soledad era hace tiempo su terreno de juego, y en su casa (que no es lo mismo que hogar) los acontecimientos lo obligaban  a tomar decisiones complejas. Algunas dudas le cerraban el pecho. Sus pensamientos se contradecían y eso era atormentador, pero finalmente la noche lo dormía, acariciándole el pelo con ayuda del viento. Aquello le gustaba mucho…
            Las personas lo asfixiaban con su embriaguez, todos mantenían el seño fruncido forzadamente, como en transe, como si de repente todos fuesen una especie de Gregorio Samsa a punto de chillar y transformarse en un asqueroso cascarudo. Coreaban una canción monótona y vacía, todos juntos, unidos, como nunca antes se los había podido ver. Era evidente que esas mismas personas en otro contexto no tenían ni un carajo en común, más allá del odio mutuo que sentía uno por el otro. Y aquel momento surrealista parecía eterno: una escena constituida por muchas personas sonrientes, que ovacionaban a Alan de manera muy sobre actuada, con la dureza de un autómata. Y sus ojos eran así, como de muñecos, totalmente vacíos pero dueños de una paradójica atracción, esa que se genera sobre el fino hilo que separa a lo real de lo fantástico. De repente, una mano de largas uñas rojas y un sinfín de pulseras metálicas colgadas en la muñeca, le tomaba las mejillas a Alan como en cámara lenta, en medio del tremendo ruido de cantos, gritos y aplausos discordantes. Un flash capturaba para siempre aquel momento sintético, lo hacía inmortal. El mismo flash alumbró la cara de Alan, dándole por ese segundo a su perfil una oscuridad muy particular, perfecta. Todo era muy deprimente. El jovencito era víctima de la mentira explícita. La mentira forma parte de lo que conocemos por realidad, existe, por lo tanto cuando esta presente sencillamente se percibe, se nota. Un nuevo flash encandilaba la vivienda. Los murmullos llegaban a su punto más alto; silbidos, el cántico en cadena que no terminaba, risas que sobresalían del ruido dominante, voces finas, voces gruesas. Contadas personas estaban calladas con la cabeza baja. Quizá eran sus padres, o algún otro que asumiera la culpa por aquel horroroso momento. Más aplausos. Más gritos. Más bullicio y todo, alrededor de un pequeño cuerpo, inmóvil y hermoso.
            Él lo intento, pero su pecho no sabía regular los sentimientos que por él se presentaban. Sonrió con los dientes apretados y muchos nervios. Dejó caer una lágrima de la que nadie se percató. Intentó imaginarse en la ventana de su dormitorio solo, jugando son su imaginación, y con el entrecortado aliento que aún sostenía, apago las siete velas en su torta de cumpleaños.
Por un rato quiso no existir, pero su inocencia no le permitió ahogarse en ese pensamiento. Levantó la cabeza y con fuerza y algo de humor natural gritó fuerte y erguido:

¡¡¡Están todos muertos!!!

            Claro está que - como siempre - nadie lo escuchó y todo siguió su curso natural. Solo los culpables de aquel infierno entendieron el mensaje, pero de todos modos hicieron lo de siempre, se secaron las mejillas, clavaron en su rostro una sonrisa, y se apuraron en ir a repartir la torta. Así, como lo dicta el protocolo. Como lo marca - ¡y no entiende por que! – el ya devaluado sentido común. Alan a esa altura, no tenía ni un poco de apetito. 

3 comentarios:

tito | 18/4/12 21:43

pa hermano como estamossss, tus textos están geniales, los sigo con todo, voy entrando en el relato y pum, guau. aplaudo el reinicio del factotum
saludd y abrazo
MUY BUENOOO

Nazareno | 26/4/12 21:07

tremendo sebita,tu narrativa me atrapa loco!!!

Unknown | 22/6/12 04:05

Gran narración Seba,como siempre un gusto tomarse unos minutos para leer tus historias y luego reflexionar...
Saludos!

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