La realidad la mentira y la verdad
*Cuando
llegó a su apartamento con la campera a rastras y el fondo tibio de la cerveza
en la otra mano, su madre que leía en el cuarto le preguntó con voz clara -Y
¿Cómo estuvo la reunión con esos nuevos amigos? A lo que Santiago respondió
-¡Bien! Hubo un momento frente a una banderola que estuvo muy bueno...
Adentro de aquella
casa, iluminada por tenues pero potentes luces amarillas, la fauna humana reía,
bailaba, entrechocaban sus copas, todo entre gotas de alcohol infinitas, una
música hipnótica y el humo sucio de decenas de cigarrillos que practicaban la
danza cenicero-pulmón hacia horas. Era el comienzo del fin de semana, una nueva
oportunidad para Santiago de salir a seguir conociendo los secretos prohibidos
que todos sabemos existen entre la luna y la ciudad, una nueva oportunidad de
ponerse a prueba frente a los personajes que el teatro invisible del pavimento
siempre tiene para sorprendernos. En aquella ocasión, la noche lo encontraba en
la casa de un amigo relativamente nuevo que compartía una clase con él en la
facultad. Música, vitamina, amistad, mascaras invisibles, frenesí. Todo había
sido pensado para que nada faltase. El terreno estaba listo para un Santiago
sin ninguna extravagante ambición, más que ir por un vaso de whisky (tomaba con
su padre desde los once años) para luego pasar a vichar, primeramente de lejos,
los discos que estaban bajo el monstruoso equipo de música. Por el momento lo
que sonaba estaba acorde a su criterio, dentro de sus parámetros, Depeche Mode
no suele fallar en ámbitos de caos.
La ruleta de la
noche y sus variadas posibilidades siguieron dando vuelta con las agujas de un
reloj al que le daba lo mismo si fiesta o entierro. Desde un sillón y con la
mirada sepultada en algún detalle, puesto y apuesto, Santiago comenzó a flotar
sobre sí mismo para ir desde allí a cada situación que lo rodeaba. Su amigo,
gran valor, saltaba como boxeando entre tres minas que le festejaban hasta el
más mínimo gesto, las tres con la misma intención de terminar chupándole la
pija a cambio de una segunda cita “a la luz del día”. Junto a él, un pelado muy
alto de ancha espalda, hablaba con una señorita, tímida, delicada en sus
movimientos a la hora de arreglarse el pelo o beber de aquel liquido color
violeta. Mientras el pelado le comentaba cual era el secreto de la vida, la
verdad absoluta del universo, ella hacía equilibrio sobre sus tacos del grosor
de un hijo asintiendo a todo con la
cabeza ante la exquisita reflexión del no-hair-man.
A la muchacha el contenido de aquella pelada le importaba una mierda, la
primera cuestión para ella era atender a su equilibrio, a su postura pero
física; parecía una autómata. Santiago sonrió para si mismo y siguió bebiendo
whisky, hasta que comenzó a notar que una muy linda chica de vestido negro y
cerquillo sobre los ojos lo estaba mirando desde el sillón de enfrente.
Encendió un cigarrillo y continuó mirando a sus costados. Sentados en una
ventana, dos tipos, muy modernos en sus vestimentas, hacían muecas rígidas y
fumaban. “Son el clásico dúo: el orejón y el lengua larga” comentó mudo
Santiago con su otro yo. Uno de los tipos el “lengua larga” hablaba y hablaba
mirando el perfil de su compañero, movía los brazos, se paraba y marcaba una
altura, se reía, se ponía muy serio. Y el receptor, lo único que hacía era
escuchar con sus dos pantallas auditivas y de vez en cuando pestañeaba los ojos,
que eran de búho. Ambos faunos estaban en su viaje mental, probablemente
tramando alguna paranoia que los altere aún más de lo que estaban. Santiago dio
otro trago a su vaso, y volvió su mirada a la chica del cerquillo quien
casualmente, seguía mirándolo. El problema eras que ella estaba con otro
hombre, estaban sentados bien juntos, él muy borracho, tomados de la mano. Así
y todo no dejaba de mirarlo. En medio de esa situación Santiago alzó su vaso a
lo lejos en señal de camaradería y ella sonrió, y besó a su novio que
dormitaba. Atrás de ellos se había formado un fiesta aparte, era una ronda de
unas doce personas, todos riendo a carcajadas y moviéndose continuamente, todos
excepto uno que también estaba con ellos pero sentado y más alejado. Éste
espécimen, de largas ojeras, no hacía otra cosa que fumar y fumar cigarrillos.
No tardaba más de treinta segundos entre que descartaba una colilla en el
cenicero y encendía uno nuevo. Santiago lo miró asombrado ya bastante borracho.
En un momento, Mr. Ojeras sacudió su cigarrillo en el cenicero y sin querer
sumergió un dedo por completo dentro de él, como si no tuviera fondo, como sin
fin. Sorprendido y sin entender nada, el fumador a tiempo completo probó
metiendo una mano, luego el brazo en el cenicero hasta que Santiago solo le vio
el torso, luego la cabeza y finalmente desapareció. A su alrededor, nadie se
enteró.
Santiago supo
que algo en él no estaba bien, la borrachera comenzaba a pesar, por lo que
esquivando chorretes de alcohol y algunos disturbios fue hasta el baño y de
regreso encontró en la cocina una
banderola que daba hacia un patio interno. Le pareció un lugar propicio para
fumar su último cigarrillo antes de irse. Para reforzar su decisión de estar a
solas, escuchó que en la sala ahora sonaban los Auténticos Decadentes. Aquello marcaba el fin de la noche. Encendió
el cigarrillo de frente a la banderola, apoyado contra el fogón. El viento que
entraba por esa banderola era un alivio para su cuerpo, los poros se inundaron
de un frio hermoso. La piel se le erizó, y respiro consiente de todo, lúcido. El
panorama desde ahí daba a otro muro que también tenía una banderola hacia el
mismo patio interno. Tras el vidrio estaba oscuro, por lo que el rostro de
Santiago se veía reflejado en la banderola de enfrente. Parte de él estaba
afuera, al menos su reflejo ya se había ido de la fiesta. Se alegró de saberlo.
Pensando pausadamente en todo lo visto recientemente dentro de la sala
principal, comenzó a hablarse con el único fin de poder escuchar lo que estaba
pensando:
- La fantasía es fantasía. La
fantasía existe, forma parte de la realidad. La fantasía es real… Santiago se
hablaba en silencio mirando el reflejo de la ceniza roja en el vidrio de la
banderola en el muro de enfrente. Le parecía muy poético verse en un cuadro
dentro de otro cuadro.
- También la mentira forma parte de la realidad, tiene un cuerpo, tiene
una forma. Saber mentir es saber estafar, es poder cambiar de lugar los
elementos reales y los elementos fantásticos sin que los engranajes dejen de
funcionar- concluyo convencido.
Ya con la mente por fuera del cuerpo, Santiago mojó la colilla en una
gota de agua que colgaba de la canilla; estaba decidido a salir de esa casa, ya
había alcanzado, nada lo retenía sino todo lo contrario. Giro sobre su eje,
seguro de sus pasos, y tras de sí la chica del cerquillo se había recostado al fogón, y observaba por la
banderola, dispuesta a fumar el último pucho que tenía en la cigarrera. Él
sonrió, porque realmente sentía mucha gracia, tomo una cerveza que había sobre
una mesada y fingiendo colgar una máscara invisible en el perchero a un lado de
la puerta de la cocina, salió rumbo a la calle.
Una vez en la vereda, sacó del bolsillo secreto de
su campera un pequeño reproductor de música con dos diminutos auriculares. En
ese momento se sintió ser el medio y el fin de todas las cosas. Tenía consigo
lo poco que necesitaba para estar un poco en paz y por sobre todas las cosas,
tenía intacta la bendita capacidad del deleite. Puso los auriculares donde
corresponde y ya sobre la avenida le dio play
en modo aleatorio (ese segundo de espera por la canción perfecta es realmente
delirante). Con Packt like sardines in a
chuchd tin box de Radiohead correteando por su cabeza, pudo ver como los
edificios bajo un cielo púrpura, subían y bajaban como en un ecualizador:
“I’m a reasonable man, get off, get off, get
off my case /Soy un hombre razonable, déjame, déjame, déjame en paz”
*
(publicación original: http://tomandroganpelean.blogspot.com/2012/10/la-realidad-la-mentira-y-la-verdad.html)
2 comentarios:
rico relato cabrón. me gustan las sugerencias musicales que hay en este y otros textos que leí en el blog, al que descubrí mientras buscaba información del libro Factotum de Buk. estaré volviendo
Un deleite de detalles,texturas y olores que te transportan al lugar que ocupó Santiago.2 pulgares arriba Seba,saludos!!
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